Un pesebre al final del camino: la ong Hospice inauguró su soñada sede

La ciudad celebra la apertura del primer espacio físico de la ONG, un refugio para el acompañamiento integral de personas en etapa final de vida.

En un mediodía cargado de emoción, Hospice Mar del Plata inauguró oficialmente su casa: un espacio donde el cuidado, la hospitalidad y la dignidad se convierten en pilares de una misión que lleva más de 13 años creciendo silenciosamente en la ciudad.

Hoy abrimos nuestra casa, y es un momento histórico”, expresó el Dr. Alejandro Alassia, director médico de la organización. “La palabra hospice significa huésped, pero también anfitrión. Esa aparente contradicción resume nuestro espíritu: acá no hay jerarquías, hay reciprocidad, hay vínculo humano. Cada voluntario, cada enfermero, cada huésped forma parte de un mismo gesto de hospitalidad”.

Durante el acto, el médico recordó que el movimiento Hospice en Argentina tiene más de una década y se construye colectivamente: “No somos únicos, somos parte de una red que comparte la misma mirada compasiva. Ya formamos a más de 400 voluntarios y acompañamos a más de 120 huéspedes en domicilios. Hoy damos un paso más: tener una casa propia donde la fragilidad y la esperanza puedan convivir”.

Una sede para Hospice, el sueño que tardó 13 años en materializarse

La Dra. Natalia González Otharán, presidenta y cofundadora de Hospice Mar del Plata, describió el nuevo espacio con una metáfora que conmovió a todos los presentes:

“Un sacerdote amigo nos dijo que esta casa era como un pesebre. Y me encantó esa imagen: un refugio en medio del camino, un lugar que cuida, que abraza, que invita al silencio. Ojalá podamos ser pesebres en la vida de los demás: acompañar sin juzgar, cuidar en silencio, brindar sentido en un mundo que a veces parece carecer de él”.

En su discurso, González Otharán hizo un extenso reconocimiento a quienes acompañaron la construcción de este sueño: autoridades, instituciones, empresas, artistas y, sobre todo, los voluntarios, a quienes definió como “el corazón de la casa”.

“Sin ellos, no somos nada. Son los que ven lo que nosotros no vemos, los que llegan a donde no llegamos. Algunos durmieron en la casa esta última semana para que hoy todo estuviera listo. Este lugar existe gracias a su amor y su entrega”.

EN COMUNIDAD

Entre los agradecimientos destacados, la presidenta subrayó el acompañamiento del Hospital Privado de Comunidad y la Fundación Médica Mar del Plata, a quienes definió como “padrinos y referentes del proyecto”:

“Nos han formado, nos han difundido, nos han acompañado con generosidad y compromiso. Para nosotros es un orgullo enorme contar con su apoyo. Son un ejemplo de cómo las instituciones pueden tender puentes desde la salud hacia la humanidad”.

También reconoció el apoyo del Obispado, las universidades FASTA y CAECE, distintas áreas municipales, medios locales, y una red diversa de empresarios, artistas y vecinos que hicieron posible la obra.

UNA MISIÓN QUE RECIÉN COMIENZA

La casa de Hospice Mar del Plata abre sus puertas con un propósito claro: ofrecer un espacio donde las personas en etapa final de vida encuentren acompañamiento médico, espiritual y emocional, gratuito y humanizado.

“Nuestra misión concreta —dijo González Otharán— es cuidar al huésped y a su familia, con excelencia profesional y cercanía familiar. Porque el verdadero sentido de la vida no está en lo que hacemos para nosotros, sino en lo que hacemos por los demás”.

La presidenta de Hospice MDP junto a miembros del consejo de administración de la Fundación Médica Mar del Plata – Hospital Privado de Comunidad

Quienes deseen conocer más o realizar aportes pueden ingresar a hospicemardelplata.org.ar, donde la institución recibe donaciones y difunde sus programas de voluntariado y formación.

Hospice Mar del Plata representa una de esas noticias que devuelven sentido: un faro encendido en medio de la vulnerabilidad.
Una organización que creció desde la fe, la empatía y el trabajo en red hasta construir una casa donde la compasión tiene dirección, timbre y nombre propio.
Una casa que promete una compañía humana hasta el último momento.

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